El título se desvaneció con la humedad

                                                    A Jocelyn,

que tiene sueños con olor a tierra mojada.

Un día vendrás aquí

al sitio donde las montañas

custodian el oriente

sostienen las nubes

para que la lluvia se repita

cuando sea necesario explicar

la forma de las cosas.

 

Un día pisarás esta ciudad

mirarás el silencio

con el que ahora escribo,

sentirás como se acerca

despacio

a tus dedos

se acomoda para que juegues con él

lo dobles, lo pliegues

igual que un origami.

 

El día que llegues aquí

sabrás porqué alargaba el regreso

irás a buscar caracoles

después de que la lluvia nombre los edificios

los ruidos grises,

el tránsito que se detiene para avanzar,

los pasos que no hay sobre la calle.

 

Querrás leer esto

en medio de relámpagos invisibles.

Vas a saber porqué

Bogotá es un mapa de agua en la memoria

y los recuerdos

un negativo de vocales y brazos rotos.

Aquí hay un lenguaje

que se escribe en los cristales,

en el viento,

en los sitios donde se mueve el tiempo.
Bogotá tiene un intermitente

contagioso

olor a tierra mojada,

que no describiré

para no arriesgarme a que la humedad

despinte las palabras.

Quédate con esto

mientras llegaré a casa,

la lluvia en Bogotá

no se marcha,

es el polvo, el tiempo y nosotros

los que siempre nos vamos a otra parte.

 

 

Bogotá Mayo, 2011.

 

También las piedras hibernan

 

                                                                                        Intenté ahogar mi dolores

                                                                                      pero éstos aprendieron a nadar.

                                                                                                          Frida Kahlo

El olvido nos arrancó los ojos

pusimos una piedra en cada cuenca.

La oscuridad es el lenguaje de los cirios

la libertad de las sombras.

 

A oscuras te reconozco

palpo tu voz,

limpio tus lágrimas de polvo

y las doy de beber a los años.

 

Hay heridas simétricas,

invernales.

 

Uno es el residuo de sus propias ausencias.

Incapaces de morir

trazamos un río

para hundir los dolores

pero éstos aprendieron a nadar,

a predecir el caos

y a deletrear los errores.

Comen con nosotros a las mesa,

cabalgan en los nudillos,

señalan el sonido,

hilvanan las pasiones

-las desgarran.

 

Hemos dejado de mirar

los dolores nos arrancaron las piedras de las cuencas

las aventaron al río para calcular el fondo.

Lo más parecido a nuestros ojos

son las hondas que forman las piedras al hundirse.

 

 

 

 

La construcción de la casa

 

Quisieron construir una casa.

Él comenzó escribiéndole muros en la espalda,

unió sus lunares y nació una frontera,

un terreno qué volver habitable.

Le alineó las venas,

las sacudió

y dibujó una escalera.

Ella le plantó ventanas en sus ojos

y él se quitó la piel para cubrirlas.

Él quiso encenderle un jardín en el vientre.

Ella sembró un sueño en sus pulmones.

 

Como un caracol

llevaron siempre su casa a todas partes.

 

Pero el hogar

el sitio que realmente tiene puerta y llave,

quedó del otro lado del olvido,

ahí donde los arquitectos desconocen el plano

y el amor corre entre las habitaciones

persiguiendo al futuro.

 

 

 

 

 

Acto de libertad

 

Prendimos fuego al tiempo

en un acto de libertad.

Queríamos incinerarlo todo:

la vergüenza, la pasión derrotada,

las habitaciones donde recostamos la muerte,

el azul del cielo que no tuvimos nunca.

El misterio que anidaba en las costillas.

Prendimos fuego al tiempo

y quisimos volver a mirarnos a los ojos

pero ya éramos cenizas.

 

 

 

 

 

Oficio

 

Bien es cierto que escribo

desde los estadios mas humildes de la rabia,

igual que desde los rincones serenos

de la alegría.

Tomo la palabra

y le busco los ojos,

la invado de brillo o la persigo

hasta desmoronarla.

 

Fundo un sitio con el ritmo de esa palabra

sobre el dócil vacío que le rodea,

con el oficio póstumo de la nostalgia y la memoria.

 

Escribo en busca de una verdad orgánica,

por el hastío acostumbrado al método,

por tejerle escaleras al abismo.

 

Escribo por la doctrina de mirarse al espejo,

de inmacular la dicha

en una superficie del tamaño de un verso.

Escribo a veces

desde la cavidad del insomnio,

con una tinta parecida a la muerte

con la que determino la vida de las cosas.

 

Escribo otoños igual que piedras,

mandrágoras y caleidoscopios

pasiones de un solo ojo,

disturbios

recuerdos del tamaño de una silaba.

 

Escribo, es cierto,

lo que no cierto es que esto sea un poema.

Uso el tiempo para describir mi oficio

mientras agoto el silencio

y la blanca voluntad de esta pagina.

En el fondo, persigo la palabra

que abra una metáfora

para el poema prometido.

 

 

 

Conticinio

 

Que la ciudad se quede callada

que dejen de pasar fantasmas

y carros y carreteras,

y la luna no distraiga a los poetas.

Que guarde silencio la luz

los semáforos que no duermen

las miradas que llaman a gritos.

Que se queden dormidos los gatos

-encima de los árboles o debajo de las escaleras-

y no haya serenatas
ni suicidas

que no haya plumas rasguñando el papel

ni teléfonos anunciando palabras

ni ambulancias

ni trenes

ni barcos

ni faros

que los náufragos dejen de pedir auxilio.

Silencio

Que haya silencio en el fondo del mar

que los caracoles dejen de repetir el eco de las olas

al menos por un momento

que dejen de llamar a la ventana

a la puerta

a los ojos

al vacío.

Silencio en los hoteles

en los hospitales

en las cantinas

en los funerales

que dejen de rezar

que no haya susurros

ni sollozos

que los muertos dejen de respirar olvido.

Que se detengan los ríos

y el mar abrase las olas

que les tape los labios.

Que se suspenda el tiempo

para que no palpiten los relojes.

Que no haya búhos interrumpiendo la noche

ni ladridos de perros nombren la oscuridad.

Que haya silencio

exagerado silencio

como para poblar una ciudad

como para fundar otra patria.

Silencio como para escuchar los engranes de la Tierra.

Tanto silencio

que no importa dónde estés

pueda escuchar la música que ahora escuchas

Tanto silencio

como para escucharte tomar la hoja del libro

y darle vuelta.

O que simplemente

sea suficiente para que la lluvia que te moja

la escuche caer

encima de mi amontonado silencio.

 

 

Fragmentos del libro “Teoría del olvido”

 

NO SABEMOS ESCRIBIR OLVIDO

no sabemos poner un final sobre la espalda de la historia

no sabemos decir una puerta cerrada

 

Sólo aprendimos a taparle los ojos a la hoguera

pero nunca intentamos apagarla

 

Debimos esperar a que el olvido se olvidara de nosotros para dejar de perseguir el tren

 

HUBO UN DÍA en que despertamos del otro lado de la felicidad

sobre su espalda desdeñamos la duda

pusimos a la luz las vísceras y sus pestañas

 

El mismo día un viento sopló en tus mejillas y levantó polvo y besos que hacía intentos no veía

los azotó contra tu nombre como un recuerdo que no tiene ojos para contener sus lágrimas

 

 

Hubo un día en que despertamos del otro lado de la felicidad

 

Entonces supimos que la voluntad del olvido era que perdiéramos la memoria