Captura de pantalla 2014-10-20 a la(s) 9.59.44 AMLA EDAD DE HIERRO

 

 

Habitualmente las cosas que merecen la pena se hacen desear. Eso sucede con el inspirado poemario de Javier Dámaso, que se ha tomado su tiempo para entregarnos un delicioso libro cuyo Leitmotiv es el desencanto. Con un estilo fronterizo, que borra las barreras, siempre artificiales, entre la prosa y el verso, el poeta indaga, con sutil maestría, en las emociones personales y en las experiencias universales. Huye, y hace bien, el autor, en su puesta de largo, de los caminos ya transitados y de las tradiciones suficientemente manidas, apostando por una forma de decir el poema innovadora y creativa; coherente, en cualquier caso, con el contenido que se nos muestra. Una poesía a caballo entre lo civil y lo existencial no admitiría preciosismos ampulosos ni excesos verbales. No es de extrañar, pues, que el autor se decante por la claridad y la contención, justo el camino, como saben los buenos lectores, más interesante y provechoso.

Quien se anime a leer la obra de Javier encontrará suficientes razones para reconciliarse con el género poético, porque el autor ha sido capaz de profundizar en la esencia humana sin que los formalismos estéticos ahoguen el texto. La edad de hierro demuestra que se puede emocionar al mismo tiempo que se puede reflexionar, y todo ello con una expresión intensa y compleja.

La temática es variada, demostrando el poeta que no hay asuntos vedados para la auténtica poesía. Lo únicamente prohibido, aquello que nunca aparece en este libro, son los prejuicios, los tópicos y los recursos fáciles. Aquí, por el contrario, abundan las imágenes certeras, los símbolos penetrantes y las sensaciones diáfanas.

Se podrá cuestionar en este libro el tono que ha querido darle el autor, a veces en exceso confesional para mi gusto, lo acertado de sus premisas métricas o lo experimental de algunos de sus hallazgos, pero no cabe duda de que nos encontramos ante una literatura hermosa que se adentra tanto en los universales de la razón como en los universales del sentimiento. El poso que queda después de una lectura reposada y atenta coincide con esos momentos sublimes en los que el arte se enlaza con la filosofía y surge el misterio de lo único e irrepetible