Doucet, Montserrat. Concierto desde Aranjuez. Lima: El Nocedal, 2015. Precio: 6€

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Montserrat Doucet (Madrid, 1962) vive en Aranjuez. Es licenciada en Filología Hispánica y doctora en Estudios Literarios por la Universidad Complutense de Madrid. Es profesora de lengua y literatura española, investigadora y coordinadora del Grupo Trascendentalista de Aranjuez (movimiento creado por los poetas costarricenses Laureano Albán y Julieta Dobles). Ha participado en diferentes actividades culturales, encuentros y festivales internacionales de poesía. Doucet ha merecido el Premio de Poesía Terras de Chamoso (2009), por el poemario Acertando nas cereixas. Ha publicado poemas y artículos en diversas revistas: Espacio Humano, El Motín, La Torre, El Boletín (de ámbito local), Alforja y Madrigal (de ámbito nacional), y Das Artes das Letras (Portugal). Su obra ha sido antologizada en Quinta del 63 (Salamanca, 2002), Me chifla la poesía. Antología poética y didáctica E.S.O. Bachillerato (Salamanca, 2003), Aldea poética III. Haiku (Madrid, 2005), Conjuro de luces. Mujeres poetas en el país de las nubes (México, 2006), Erato bajo la piel del deseo (Madrid, 2010), Poesía solidaria. Poemes per a un món millor (Barcelona, 2012), Enésima hoja (Madrid, 2012) y Atlas poético. Viajeras del siglo XXI (Cuadernos del laberinto, Madrid, 2013). Y, ahora, por representar significativamente la poesía contemporánea española, la editorial peruana El Nocedal publica esta nueva antología de Doucet: Concierto desde Aranjuez. En su ópera prima, Culpable de milagros (2001), Doucet expresa un intimismo y una conexión telúrica, que la llevan a encontrar en el amado y con él una morada cósmica que salva del paso del tiempo y la contingente realidad vacía: “Es que quiero subir a la humedad/ que nunca duerme, nunca entre tus labios./ Y en tus labios regreso/ a ese mundo escondido:/ mineral de tu luz,/ loca de luz conmigo,/ amor mío, de sueños verdaderos”. Poema a poema, la vivencia cotidiana del amado se intensifica. La playa aparece como el espacio de la vigilia y el encuentro: “Sé que en las noches tú me envías/ altos, dormidos barcos en pijama,/ para que yo sueñe al muchacho/ sin orillas que fuiste”. La noche del amor se entreteje con la noche de la incertidumbre: “Hay algo en la oscuridad de la noche/ que hace que cesen los espejos del canto”. Aun así, la correspondencia de ambos ante la existencia es más fuerte: “Y canté yo entregando mis regresos,/ no sabiendo que tú también, herido,/ también tú eras,/ junto a los laberintos del mar,/ también un náufrago”. Al final, la primavera figura como metáfora de la unión amorosa de la pareja, el mundo y Dios: “La primavera esta toda/ subida por los cielos./ […] Quise besarte y eras solo estatua/ transparente en tu lejana robustez./ ¡Líquenes y verdín… y tú callando!// Y Dios abrió sus manos esperadas,/ cayó la primavera y quedó todo, culpable de milagros…” El invierno de la rosa (2003) explora el misterio intemporal de la rosa y la fascinación que produce su belleza: “La rosa es algo que no vuelve/ tan desnudo —quizá— como el invierno,/ que retiene el ayer en su belleza/ de flor acariciada, sin prisa, por la nieve”. Se desarrollan, en medio de un ambiente urbano (“Autobuses inmensos, prehistóricos de niebla,/ lanzados hacia el rojo/ horizonte del tiempo”), mayores preocupaciones existenciales y metafísicas: el espacio, el tiempo, el silencio, los ángeles, la noche, la luna, la muerte. En mitad del silencio y el ambiente gélido, no obstante, también hay espacio para la convivencia con el amado: “En tanto la nieve de los almendros/ desborda las fronteras del silencio/ y tú, amor,/ solicitas poemas sin tristezas”. Arquitectura entre los campos (2008) fue el primer poemario de Doucet publicado en el exterior, en Costa Rica. En él, se acrecienta la ensoñación del espacio. Las ruinas, por ejemplo, se ven revestidas de contenido metafísico y existencial: “En el borde fugaz de las estatuas/ con ojos clausurados en el mármol,/ yo las he visto a solas/ y brotando sagradas/ y creciendo en el centro/ sin fe del horizonte”. Se insiste en la turbación de la vida, la muerte y el paso trágico del tiempo: “Entre las turbias aguas del insomnio/ el ángel de la muerte se pasea”, “Este año la muerte/ tendrá toda la luna/ prendida como un broche,/ subrayando la desnudez del cielo”. El sueño y la mañana son las fuerzas reconfortantes de la existencia: “Y te abres, a veces, como el misterio/ para mostrarte en las madrugadas/ diáfanas de presagios,/ familiar y terca como el abrazo”. Los poemas de Grafiti (2009) se construyen a partir de grafitis de las calles de Sevilla, que Doucet fue transcribiendo y, a la vez, estimulaban su intuición. Por ser punto de partida, estos grafitis fueron incorporados como intertextos al comienzo, mitad o final de los poemas. La hablante lírica mantiene constantemente un diálogo con su hermana, su interlocutora y acompañante, por los espacios-grafitis que motivan la ensoñación poética. Con esta lectura-producción de estos textos callejeros, la hablante lírica experimenta un regreso a lo previo de su ser, a sus orígenes, a un tiempo y espacio apacibles: “Huyamos hacia los bosques aprisionados/ por el arco y sus hiedras./ No tiene nada malo abrazar a los árboles”, “Arrastramos el fuego,/ la fiebre oculta de las cosas/ en la muerte vertida,/ en la sangre que deja de ser llama/ para ser inútil río sobre la piedra”. De esta manera, se llega inclusive a invitar a un rito purificador, catarsis y liberación de las sombras: “El monstruo viaja con nosotras:/ lo sacrificaremos al llegar al agua”. La Serie Malevich (2004) está inspirada por los 42 cuadros de la serie homónima del pintor madrileño Julián Casado. Contemplando las variaciones cromáticas de la estructura invariable de Casado (un rectángulo y un triángulo), Doucet logra alcanzar con la palabra poética esa “pura sensibilidad plástica” del suprematismo pictórico: el abandono de todo accesorio para obtener la abstracción pura. De esta forma, en los 21 poemas de Doucet dialogan el suprematismo, el constructivismo ruso y su trasfondo místico —inspirador del suprematismo— y el trascendentalismo literario, el cual busca promover asociaciones interiores insospechadas, despertar vivencias trascendentales y vivificar la sensibilidad y la transconsciencia. Así pues, la poesía pura de la Serie Malevich (poemas breves, haikús, versos libres) prescinde de adjetivos calificativos, los sustantivos se aproximan como el color a la revelación estética-metafísica del espacio y las formas: la eternidad en el instante poético-plástico (“Solo un instante/ para abrir y cerrar/ todo el espacio”). Temáticamente, se abordan el misterio y el sueño (“Estar despierto:/ tocar la oscuridad,/ no sucumbir”); pero, sobre todo, la delimitación del espacio: la pretensión de domesticar el tiempo (“Descubrir el espacio,/ poner límites a las líneas/ que cierran un cuerpo,/ es desear asir el tiempo”). Por el anterior trabajo respecto del espacio y el tiempo, en sus pasados poemarios y este, quizás se pueda llamar a Doucet la poeta del espacio, porque demuestra, como preocupación principal en su obra, los reiterados esfuerzos de apresar con la palabra lo infinito, lo eterno, lo sagrado, lo puro, siempre en las formas fluyentes del espacio. Mar de Chira (2014) no escapa de esta poética del espacio. Debido a los viajes trasatlánticos de Doucet, este poemario recupera paisajes americanos (México; Copán y Pacura, Honduras; golfo de Nicoya e isla de Chira, Costa Rica) y españoles (Galicia, Madrid, Aranjuez). Se salta de ambiente en ambiente como desde el pasado hasta el presente y viceversa (por esta razón, el poeta y novelista madrileño, José Carlos Rodrigo Breto, llegó a referirse a estos poemas como poesía cuántica). Entre las lluvias de un aquí y un allá, entre el verano de un aquí de la infancia y un allá madrileño, la hablante lírica —sita mayormente en América— vive mitos indoamericanos como el de Quetzalcóatl o el de la princesa chorotega Chira, con quien se identifica, para cantar las vivencias amorosas en torno a un joven idealizado. La isla de Chira y su mar configuran, así, un refugio, un espacio de desnudez y vacío, donde la hablante lírica vive el amor, la soledad y lo sagrado: “Con toda la noche tan detrás/ de tus sangres y tus altas sombras,/ con todas tus playas perfiladas/ en el rostro angustioso del mar,/ no eres la princesa olvidada./ Y tu nombre, puñado de tierra,/ vegetal distancia, horizonte,/ es la certeza del corazón.// Chira, tú vienes de ese lugar/ donde solo se sale, se nace/ si unos labios desnudos te nombran”. En Concierto desde Aranjuez, también se recogen algunos haikús compuestos y publicados en antologías y poemarios, entre 2002 y 2012. En ellos, se labra la plasticidad, la descripción y la sugerencia que este género poético ofrece. Por último, se adelanta un extracto del próximo poemario de Doucet: El oscuro, texto que aún confecciona. Por eso, sobre él no se dirá nada, hasta que llegue muy pronto a las manos de los lectores. En definitiva, Concierto desde Aranjuez pretende ofrecer los textos más representativos de esta poeta madrileña, quien desde 2001 comenzó a cantar, asombro tras asombro, espacio tras espacio, la transparencia de lo íntimo, lo sagrado, lo cotidiano, como si se tratara de todos los conciertos que desde Aranjuez han sido.   Enlace de la editorial El Nocedal: http://elnocedal.com/concierto-desde-aranjuez.php