José Ignacio García, El cuento que quisiera escribir contigo, Valladolid, Al margen, 2015.

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Quizá sea necesario recordar que el cuento ha dejado de ser considerado un género menor y que muchos de los cuentistas actuales se sienten especialmente orgullosos de dedicarse a él sin verlo como un mero medio de acceso a la novela. Esta necesaria y justa reivindicación es común a todos cuantos lo practican y, por supuesto, tienen razón: el cuento actual ha logrado al fin el estatus que merece por derecho propio. Mucho más sutil, intenso y sugerente que la novela, admite en su seno todos los universos narrativos imaginables y todos los destellos líricos que la sensibilidad humana permiten y propician. Desde Chéjov y Poe, en el siglo XIX, pasando por unos cuantos puñados de autores representativos de uno y otro lado del Atlántico, y aterrizando en las últimas generaciones –Patricia Esteban Erlés, Eloy Tizón, Pilar Adón, Samanta Schweblin…-, el cuento ha cubierto innúmeros mundos con una infinidad de estilos, puntos de vista, escrituras. Tradición y ruptura o realismo y vanguardia se han conjugado para hacer del relato, hoy, un género de puertas abiertas, que ha sabido romper, reconstruir, releer y descubrir, atento siempre a las contradicciones y enigmas del ser humano y de la vida.

Uno de los escritores que lo ha cultivado con esta contundente exclusividad es José Ignacio García, y quizá también uno de los pocos cuentistas actuales que se han ceñido a un realismo de prosa clara, sin concesiones a otros universos fantásticos o líricos. De esta fidelidad a su mundo propio, destacaría ese territorio suyo tan reconocible, tan al alcance de la mano e intemporal, de personajes bien trazados sobre mapas múltiples donde el buen viajero lector puede rastrear las huellas de sus lecturas y de una gran pasión por la narrativa, tanto la breve como la mínima, aunque nuestro autor parezca poco interesado en renovaciones o transgresiones ni en inmersiones hacia otros universos. Pero este es el estrato que José Ignacio ha elegido para ahondar en la naturaleza humana con una extraordinaria entrega personal, a través de libros como “Me cuesta tanto decir te quiero”, “Vidas insatisfechas”, “Mi vida, a tu nombre”, “La sonrisa del náufrago” o “El secreto de tu nombre”, que han culminado en el que ahora nos ocupa, “El cuento que quisiera escribir contigo”, recién publicado en una jovencísima editorial, Al margen editorial, justo cuando el autor recogía el Premio de Reconocimiento Cultural “La Armonía de las Letras 2015” por su labor de impulsor del relato de Navidad. La puntual edición de estos libritos navideños ilustrados lleva ya unos años reuniendo a los más representativos escritores actuales para deleite de un amplísimo grupo de lectores que quizá sin esta interesante propuesta de José Ignacio García apenas sabrían de nombres esenciales de nuestras letras actuales y de nuestra última generación de brillantes ilustradores.

Como en cualquier colección de cuentos, no todos los que forman parte de “El cuento que quisiera escribir contigo” tienen el mismo nivel de interés o corrección, pero la mayoría están hilvanados con fortuna en torno a un tema tan universal e intemporal como el amor en sus más variadas manifestaciones: pasión, venganza, desamor, frustración, soledad, erotismo, sexo, siempre dispuestos con gran variedad de argumentos. Quisiera destacar dos aspectos interesantes comunes a todos ellos: por un lado la exactitud en el dibujo de personajes y de los espacios en que se mueven, con detallismo que los hace visibles, cercanos, sólidos y reales, y por otro una acertada mezcla de ternura y humor, que en algunos cuentos sutiliza escenas de sexo explícito o con planteamientos algo convencionales o poco arriesgados. De hecho, creo que uno de sus puntos fuertes es esa penetración en los diversos conflictos amorosos de mano de criaturas con frecuencia solitarias, que reflejan un vacío existencial que solo puede ser llenado por una pasión amorosa que a veces encuentran y otras se les escapa irremediablemente. “El secreto de su nombre, “El Paraíso del silencio”, “Retrato de familia” serían relatos que reflejan este vaivén de logros y frustraciones. Estos y los demás cuentos barajan la pasión lograda y la imposible entre infidelidades dignas de la mayor de las venganzas, pasiones que sobreviven a la misma vida o experiencias sexuales iniciáticas o que son producto de azares impensables y del todo inesperados.

Pero todavía guarda este libro una sorpresa en su justa mitad: la inclusión de unos cuarenta microrrelatos, que condensan diversos palos de una baraja temática variada, y que fraguan ya en destellos, ya en sombras, gracias a dignos hallazgos o frágiles ocurrencias, pero siempre con la voluntad de comunicar con su proverbial claridad y realismo y algún que otro eco humorístico la extraña paradoja del vivir: “Sutileza”: Cuando los empleados de la empresa de pompas fúnebres llegaron al edificio, preguntaron al portero: -¿Dónde vive el muerto?. O este sutil y elegante “Homenaje a Monterroso”, tan breve como el original: Cuando encontró una pluma para escribirla, la historia ya había volado, y que nos alerta sobre la fragilidad de la inspiración, que al final es el reflejo de la difícil aprehensión de la misma vida.

Un libro bellamente editado, que compendia el viaje imaginativo que José Ignacio García ha emprendido a través de sus historias para que sus lectores puedan recalar en lugares de su conciencia y en vidas ajenas que pueden hacer fácilmente suyas con solo dejarse llevar, sin esfuerzo, por sus palabras.

Yolanda Izard

Septiembre 2015