2 Los hombres de la charca II

Los hijos de la luz, el pueblo elegido que se desvía de su camino al enfangarse en ideas ajenas al destino de España, estaban siendo derrotados por el lado oscuro. Siglos de pureza desbaratados por unos extranjerizantes que rompían la presencia del hidalgo y se empeñaban en hablar de gente vulgar. Fernando Mora[1] describe a personajes que ve en su barrio de Lavapies y los lectores miran alrededor descubriendo que son más parecidos a ellos que aquellos caballeros imperiales que iban poniendo su pica donde nadie les llamaba. De ahí el que servidor haya quitao de su despachín, o si se quiere de su taller, un retrato del Cid Campeador, regalo de un melitar, que se trajo de Cuba unas calenturas tasás en ochenta mil duros y lo haya sustituido por uno de don Luis Candelas[2]. A principios de siglo así era el mundo del “Fusta”, pueblo borracho, sucio, que come mal, se sujeta las bragas con el cordón de Asís… pero su intención es cambiar. Un cambio que necesita algo más que palabras.

En aquel momento nadie necesitaba que le diesen la imagen de la guerra, del desastre de Marruecos o Cuba, de las pomposidades del clero, eran una realidad cruel; pero había que ilustrar los libros con la imagen del arioplano de Francia[3], porque muchos de los lectores no habían visto ninguno. Hay más imágenes de una clase media que se va creando entre burlas y escepticismo que de campesinos o burgueses provincianos, los snobs de Hoyos y Vinent eran descritos como ahora nos tendrían que describir a un extraterrestre. Emiliano Ramírez Ángel[4], autor que dedica su obra a ese burgués que quiere ser europeo sin llegar a ser cosmopolita, refleja inquietudes ajenas a una gran mayoría de un país que intuye que el futuro irá por esos derroteros. Vicios intelectuales, vanidades injustificadas; su personaje, Emilio de Luque, en Madrid era casi un grande hombre, pero en provincias es recibido con cierta mortificante democracia[5]. La imagen de Luque paseando con las manos en los bolsillos y fruncido el ceño merece una caricatura, pero no los muchachetes pretenciosos, asiduos al café de provincias, que le desprecian.

La revolución en la temática tratada no se limita a las andanzas de los nuevos tipos sociales, ya habíamos perdido los españoles la costumbre de abordar motivos internacionales[6], aparece el escritor cosmopolita, el viajero que colecciona nuevas tierras y toda suerte de experiencias que le alejen de la vulgaridad. Era, en verdad, una princesa lejana. Por sus ojos miraba un fantasma en que se condensaron todos los que pueblan las sedas, las lacas, los biombos, traslado a unas materias ricas de los más deliciosos espíritus raciales, angelicalmente compungidos en la oblicuidad de la ranura ocular, y su rostro, gracias, sin duda, al maquillaje, el blanco espectral de las mejillas, con rosetas intensas y en medio el redondel desteñido de la boca, parecía una porcelana milenaria[7]. Federico García Sanchiz[8], toma el camino inverso que Hoyos y Vinent, coge la tradición, se la pone por montera y se larga a recorrer mundo viviendo de sus charlas en ateneos, casinos y demás foros que le permitieran españolear. Hoyos y Vinent al contrario intenta traer el cosmopolitismo francés mostrando una delectación morbosa con que baja a las tabernas de los golferantes madrileños[9], un juego con el que convierte los sórdidos arrabales en los ambientes canallas de la belle époque. En lo que coinciden todos estos autores es que gracias a nuestro convulso siglo XIX y la obcecación de unos políticos más empeñados en ganar guerras civiles e imponer verdades espurias, en el resto de países se nos ignora, en absoluto. Nuestros gobernantes ni saben ni se preocupan de nada de cuanto no sea Madrid[10].

Tres maneras de ver la realidad social que podemos resumir en tres autores; Fernando Mora, el hombre del pueblo llano que refleja el gracejo y la falta de raíces de toda esa población de aluvión que se asentó en las faldas de las colinas donde nació Madrid, ese pueblo-rebaño que precisa de Rabadanes[11]. Obras de un claro contenido social, con una defensa de los que terminan ganándose el coci en la Moncloa[12], la historia de esos golfos que hace una huelga porque Madrid, sin el adorno chillante y joyante de la golfería es más aburrido que una visita al Pardo[13]. Emiliano Ramírez Ángel, que a través de una anécdota describe esa clase media naciente, consciente de su trascendencia espiritual, amargada por su intrascendencia real, donde una simple mariposa puede desbaratar la tertulia de “La charca”. Volátil más majadero. Va, viene, no sabe adónde le agradaría ir, en dónde quiere pararse. A mí me pone nervioso[14]. Una tertulia de hombres formales que piensan hoy lo mismo que ayer, para los que la mariposa es la volubilidad, un insecto que tiene alma de hembra, de político, de poetilla[15] y no es más que una excusa para narrarnos un puñado de vidas grises. Federico García Sanchiz, viajero incansable, portador de valores patrios que los covachuelistas de Madrid han abandonado, Pícaro y Don Juan en una rara amalgama que mira con superioridad a la dama Noruega, cosmopolita a quien nadie trataba con familiaridad, limitándose su comercio con el resto del pasaje a las partidas de tennis que se jugaban en cubierta. Por lo común, permanecía aislada, fumando sus cigarrillos que impregnaban la brisa de olor de tabaco de hebra. Envolvíala una leyenda sin fundamento, un halo de enigmas[16]. La mujer que hacía imprescindible a un ilustrador para que el lector se la pudiera imaginar.

Un protagonista, Madrid, y un puñado de personajes vulgarmente humanos que se habían mantenido en la oscuridad por el emperramiento en considerarnos algo más. Pero los acumuladores de sistemas sin base habían predicho el Armagedón y, puesto que no llegaba, hubo que echarle una manita al caos… El resultado, este peculiar escenario fue arrasado por nuestra incívica manera de solucionar los problemas… y rematado por algún que otro delirio mesiánico; cien años después, perdido su halo extravagante y vanguardista, ha quedado para tomar un relaxing café con leche in the Plaza Mayor.

2 Ilustración de Ochoa para Los marineros y sus amigas II

[1] Fernando Mora (1878-1936), Escritor y publicista. El verdadero castizo, gran observador de su realidad circundante que, con humor, sin llegar a la caricatura, retrató con seriedad y ternura. Fue el autor de todos los desarraigados que iban recalando en Madrid. Su memoria, como la de tantos otros, nos es devuelta por motivos extraliterarios. Prácticamente los únicos datos que tenemos de él nos los dan sus hermanos masones, militancia que le cuesta la vida. Fue secuestrado, torturado y asesinado en Noviembre de 1936, a pesar de ello, en 1944, se le abre un expediente masónico por parte del Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo.

[2] Fernando Mora: El “Fusta” y “La Diabla, La Esfera nº151, 18 de Noviembre de 1916

[3] Fernando Mora: “La mujer que se sintió águila”, Ed. Sanz Hermanos, 1925,  pág. 20

[4] Emiliano Ramírez Ángel (1883-1928) Poeta y novelista. Sigue la escuela de Pérez Galdos, un realismo adaptado a la naciente clase media.

[5] Emiliano Ramírez Ángel: “Los dos maestros”, La Esfera, nº 163, 10 de Febrero de 1917

[6] Federico García Sanchiz respondiendo en la sección “A manera de prólogo” a las preguntas de Artemio Precioso, “Los marineros y sus amigas”, La novela de hoy nº 193, 1926.

[7] Federico García Sanchiz: “La comedianta China”, La Novela Mundial, 1926, Pág. 39

[8] Federico García Sanchiz (1887-1964), Charlista que recorrió el mundo españoleando (verbo de su invención). Polémico personaje que salió a correr tierras y, al observar la insidia con que se nos combate y convencido de que muchas de nuestras ideas y actitudes clásicas son de un valor universal y permanente, me consagré a su predicación con el fervor de un misionero. Fue un activo propagandista de la dictadura nacional católica del general Franco.

[9] Carlos Fortuny (Álvaro Retana): “La ola verde, crítica frívola”, Ed. Asociación de Libreros de Viejo, 2015, Pág. 81

[10] Federico García Sanchiz respondiendo en la sección “A manera de prólogo” a las preguntas de Artemio Precioso, “Los marineros y sus amigas”, La novela de hoy nº 193, 1926.

[11] Fernando Mora, “Huelga de golfos”, La novela de hoy nº 143, 1925., Pág. 21

[12] Idem. El cocido en la cárcel modelo que estaba en La Moncloa. Pág. 16

[13] Idem., Pág. 13

[14] Emiliano Ramírez Ángel, “Los hombres de la charca”, La novela de Hoy nº257, 1927. Pág. 10

[15] Idem, Pág.11

[16] Los marineros y sus amigas, Federico García Sanchiz, La Novela de Hoy nº:193, Pág. 40. Publicada el 2 de Enero de 1926.