Captura de pantalla 2015-12-22 a la(s) 1.21.23 PMRicardo Piglia, La forma inicial (conversaciones en Princeton), Sexto Piso, 2015

 

Cada año, cuando se acerca el momento del fallo del premio Cervantes, suena con más fuerza el nombre del narrador argentino, de Adrogué, provincia de Buenos Aires, Ricardo Piglia, al que más temprano que tarde le será concedido, porque merecimientos no le faltan, desde luego, además en nombre de una generación malograda, como hechizada por la muerte: Miguel Briante, Germán Rozenmacher, Jorge, Dipi, Di Paola…

La forma inicial, publicada con la limpieza habitual en la colección de ensayo de la editorial Sexto Piso, es una reunión de conversaciones, fruto fundamentalmente de los seminarios que ha impartido a lo largo de más de veinte años en la universidad norteamericana de Princeton, en New Jersey, por los lugares que pisara Faulkner, si bien el primero de los diálogos, sobre la lectura y las nuevas tecnologías, tuvo lugar en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires; el segundo, sobre los usos del lenguaje dentro del contexto del papel de las Humanidades en el mundo, recogido como El arte de narrar en su Antología personal de 2014, es el discurso de recepción del premio José Donoso en la universidad chilena de Talca; y otros han sido desarrollados a modo de ensayos a partir de cuestiones tratadas en las clases.

Nótese que decimos conversación o diálogo y no entrevista o reportaje, tal y como señala el prologuista Paul Firbas por su cercanía con los interlocutores. En efecto, la inmediatez oral de los argumentos aporta frescura a los textos, que gravitan en torno a lo narrativo, a los modos de narrar y los modos de leer, para ser más exactos, una verdadera obsesión para Piglia, cuya literatura se incardina siempre desde la problemática de la ficción y de todo lo relativo al texto hasta conformar una poética de lo narrativo.

El libro, al margen de que posibilita que se trace una panorámica de su obra, aborda, entre otros asuntos, el problema de la interpretación y el sentido del relato; la cuestión del tono, que no es el estilo; la frontera entre cuento, nouvelle y novela; el valor de lo epistolar; la relación de lo narrativo con la tragedia y los conceptos de hybris y pathos o con el fragmentarismo, el cine, la revolución castrista o la globalización. Se adentra en la naturaleza del género policial y su variante negra o en los pormenores de la metaficción. Incluso reflexiona sobre la resistencia de la literatura frente a las imposiciones democráticas de los mass-media y del mercado o enjuicia Wikileaks.

El sentido del título deriva de su interés por ir hasta el origen, por relatar cómo fue el primer relato, “la forma inicial, es decir, la prehistoria de los grandes modos de narrar”, que Piglia bifurca en dos: el viaje, representado por la figura de Ulises, y la investigación, con Edipo como protagonista modelo. Fundamental para entender su propia poética es el acercamiento a la obra, y persona, de Onetti, a su original tono faulkneriano, que incluye como apéndice el comienzo del guion cinematográfico de su adaptación de El astillero, la memorable novela onettiana.

Para iniciarse en Piglia y saber de él, antes de que sea laureado con el Cervantes, estamos, pues, ante un volumen capital. También recientemente ha aparecido en Anagrama, como complemento perfecto para esta toma de contacto con su literatura, el primer tomo de los diarios de su álter ego Emilio Renzi, en sus años de formación, desde los 17 años, cuando ya se trasegaba dos o tres libros cada día, y qué libros, La peste de Camus o El oficio de vivir de Pavese, hasta los 27, cuando se carteaba con Cortázar o se internaba en los poemas de Juarroz, “ceñidos, como les dicen a los toreros que se pegan al toro” y fue reconocido con una mención del premio Casa de las Américas por su primer libro de cuentos, ‘La invasión’. Desde el principio, con veinte añitos, se arrima a la sombra tutelar de Borges y de Martínez Estrada, y luego, mientras vive nómada en hoteluchos, se interna en el mentado Onetti o en Arlt, pone música con sus autores a poemas de Urondo o Gelman del mismo modo que Héctor Alterio convierte en monólogo su cuento “mi amigo” o asiste a los comienzos de Mercedes Sosa.

Sin duda, Piglia es de los escritores partidarios de la literatura por encima de la vida, por ser una forma más elegante y una experiencia más intensa. Y no podemos sino estar de acuerdo, por completo, con él.