Sabemos muy bien que leer una novela puede ser a veces una apasionante aventura donde nos divertimos y emocionamos, pero es mucho más raro que la lectura de un relato publicado a fines de 2015 nos enseñe deleitándonos, es decir que en sus páginas aprendamos, además de vivir horas con gozo en un ámbito hecho para la diversión y los sentimientos. Es precisamente lo que sucede leyendo La biblioteca Fajardo de Concepción Valverde, I premio Albert Jovell de novela; y la dedicatoria que nos recibe en su zaguán es aguja para navegar por sus páginas: «A la memoria de Irving A. Leonard, y en reconocimiento a todos los escritores e investigadores que han hecho posible esta historia mentirosa». En Los libros del conquistador y en otros muchos Concepción Valverde se ha pasado horas y horas para poder luego recrear el tiempo real, para construir la atmósfera con la que envuelve su historia mentirosa, su novela histórica. Y el lector se olvida enseguida de su propio entorno y se sumerge en esa ciudad llena de vida, de gente, que es la Sevilla de la Casa de Contratación, la del comercio con las Indias, la de finales del XVI y comienzos del XVII: «Era tiempo de Flota y todas las miradas estaban puestas en el río. Cualquiera que se acercaba al Arenal lo hacía con la secreta esperanza de ser el primero en ver subir al aviso, para gritarlo a los cuatro vientos hasta que la ciudad entera estallase de júbilo». Así empieza el relato, y enseguida el narrador nos dice qué es ese aviso que sube: «Una vez que aparecía ese pequeño velero anunciando la inminente llegada de la Flota de Indias…». El comienzo es claro indicio de lo que va a encontrar el lector: un relato de prosa impecable, expresiva y eficaz, que nos cuenta una historia de amor muy hermosa, enmarcada en un tiempo histórico preciso, perfectamente recreado, y que además está construida con perfección, con las pertinentes dosis de intriga, resuelta al final a gusto del lector, que ha quedado atrapado enseguida en todo ello.
Y, sin embargo, hay mucho más en La biblioteca Fajardo, porque el amor a los libros trasmina por todas partes. Ella, la biblioteca, es la auténtica protagonista, pues su origen, su presencia en muchos momentos del relato traba la narración; e incluso la lectura de sus libros es el camino para que un joven enamorado logre que se transforme la mirada de su amada y sus sentimientos hacia él. Su regalo de amor será un maravilloso libro de horas miniado, y observándolo se pasa horas su hija Inés, que releva a su madre Catalina en parte en las páginas del libro: «De entre todas las láminas, había una que desde niña le fascinaba de tal modo que soñaba con hacerse diminuta para poder entrar en aquel jardín abigarrado de flores, en el que una dama de fino y largo cabello de oro leía sentada en el pretil de una fuente». E Inés se pregunta: «¿Qué libro estaría leyendo? A veces le daba por pensar que se trataría de una novela sentimental, de esas que a ella tanto le gustaban, o quizá fuera de caballerías. Aunque lo que más le inquietaba a la joven Fajardo era el pensar que el libro que leía aquella hermosa doncella fuera ese mismo libro de horas al que pertenecía la ilustración en la que ella estaba representada», pp. 123-124. Con este libro, que lee una dama de cabello de oro, miniado en las páginas de otro libro que tiene en sus manos Inés se dibuja una mise en abîme –unas cajas chinas–, que nos dice mucho del bordado exquisito, de las miniaturas finamente dibujadas que nos ofrece esa Biblioteca hecha con la sensible inteligencia de una espléndida escritora, Concepción Valverde.
Como dice el argumento de la obra, que figura en la contraportada: «La vida del mercader sevillano don Diego Burgos de Rojas y de su hija Inés se verá alterada con la llegada de la Flota de Nueva España. Ambos comienzan a recuperarse de la muerte de doña Catalina Fajardo, de quien su hija Inés ha heredado una extremada belleza y bondad, así como su profundo amor a las letras. El palacio Fajardo cuenta con una de las mejores bibliotecas de España, en la que se celebran frecuentes tertulias literarias». Luego nos dice que llega «en uno de los barcos que el mercader ha fletado un joven de origen portugués, Alonso Soares, y su atormentada madre», y que «don Diego introducirá a los Soares en el mundo artístico y comercial sevillano. Con el poeta Juan de Arguijo harán una excursión a las ruinas de Itálica que supondrá para Alonso e Inés el inicio de su amor». Y serán ellos quienes llevarán a Perú, en la primavera de 1605, casi tres mil libros, y entre ellos, la primera edición del Quijote.
Me he apoyado en lo que se dice en la propia contraportada del libro como pórtico para su lectura porque además nos da muchas claves: la protagonista es una hermosa joven, y antes su madre la había precedido en ese papel en las iniciales páginas del libro, porque la presencia de la mujer es esencial en La biblioteca Fajardo, con su actuar, con su pensamiento. A través de la voz de las dos damas que se suceden, la escritora puede manifestar su rechazo al comercio de esclavos: «¡Si queréis que sea vuestra esposa debéis prometerme, en este mismo instante, que nunca comerciaréis con hombres!» p. 44; y esas mujeres literarias actuarán contra la misma esclavitud, o manifestarán el horror que les provoca la ejecución pública de los delincuentes, convertida en espectáculo. Si es Catalina quien manifiesta ese rechazo, es a Inés a quien atormenta la pena de muerte, y es ella también quien sabe leer en las páginas de La Galatea de Cervantes los más bellos versos del escritor, que puso él en boca de una mujer desamorada: «Del campo son y han sido mis amores, / rosa son y jazmines mis cadenas, / libre nací, y en libertad me fundo». Inés no solo lee, sino que convierte en vida lo que lee: «Así era como ella quería sentirse: libre. Tan libre que su libertad fuera la única medida de las cosas. Libre también para amar a quien quisiera y para vivir contrayendo todas las responsabilidades propias de su condición, sin que nadie pudiera reprocharle en ninguna ocasión que no podía asumirlas por ser mujer», p. 103.
Es la realidad que envuelve a los personajes la que les lleva a pronunciarse moralmente sobre ella, o los libros que leen. Esos libros están en manos de Catalina y de Inés, y además los escritores de su tiempo conviven con ellas y con don Diego Burgos de Rojas. Así podremos acompañarlos a Itálica guiados por Juan de Arguijo (y será su propia madre la que nos dará datos de su vida y de sus gastos), o incluso asistiremos a una charla entre la inteligente Inés y Mateo Alemán: ¡no hay que perdérsela porque gracias a ella sabemos mucho de su Guzmán de Alfarache! ¿Por cierto, tienen curiosidad por ver la atmósfera que rodea el famoso soneto de Cervantes al túmulo de Felipe II? Lean La biblioteca Fajardo, y al mismo tiempo vivirán dos apasionadas historias amorosas y verán escenas reales de la Sevilla de ese cambio de siglo.
La novela ofrece al lector una sabia combinación de diversión, aprendizaje y de vivencia de emociones porque los personajes están tan bien trazados que arrastran a ello. Pero al mismo tiempo se abren en las páginas de La biblioteca Fajardo las de otros libros, a veces contados por sus propios autores o por algunos de sus primeros lectores. Así la novela se convierte en una invitación a seguir ese camino, a leer ese libro que tiene en sus manos la protagonista para gozar como ella, y entrar en el espacio lúdico que ha sabido crear Concepción Valverde detrás de ese espejo de ficción, de esa historia que miente de forma tan verosímil y bella.
Rosa Navarro Durán
Universidad de Barcelona