La segunda sesión de las <<Conversaciones al margen>> contó con la presencia de Belén Gopegui y Constantino Bértolo

 

La segunda réplica, con fecha de miércoles 12 de marzo, en la serie de conversaciones que dirigen el profesor José Ramón González y Rubén García, tuvo como protagonistas a la carismática pareja que forman la escritora Belén Gopegui y el editor, crítico y también escritor, Constantino Bértolo.

Ambos comenzaron la sesión explicando cómo ha llegado a sus vidas la literatura, o cómo ellos han llegado hasta ella. En cualquier caso, el camino recorrido no parecía ser el dibujado en un principio por ninguno de los dos, ya que Belén Gopegui estudió Derecho y Constantino Bértolo se interesó en un principio por la Medicina, para luego enrolarse en el paradigmático mundo del estudio de la Filosofía. El azar, en muchas ocasiones, y el devenir incierto en muchas otras, hicieron que los dos ligaran su vida a la literatura, aunque de forma bien distinta.

Constantino Bértolo no se demoró en afirmar categóricamente que quien hace la crítica no es el crítico, sino el medio para el que se trabaja. En esta línea, aseveró que “la crítica literaria se ha convertido en un apéndice del marketing”, y ejemplifico dicha situación con su estancia como crítico en El País, donde trabajó con unas reglas difusas, pero existentes.

Por su parte, Belén Gopegui señaló que “el crítico debe poner a alguien mal de vez en cuando para legitimar su crítica, y seguir pudiendo ejercer como tal”. A colación del comentario de su compañera, el polifacético Bértolo no dudó en señalar que “en el mundo donde estamos, todos estamos obligados a vendernos”, y que en gran medida, el valor de las críticas depende también de lo reseñado o enjuiciado.

La conversación tomó tintes más sombríos al introducirse en el pantanoso mundo de las críticas y el marketing. Constantino Bértolo aseguró: “En los años 90 había un campo literario elitista. Fue invadido por el editorial, y se vino todo abajo”. Diferentes preguntas se sucedieron a tenor de lo anteriormente ya comentado, y en el sentir de los presentes quedó evidenciado que el <<milagro de pureza>> que se sucede cíclicamente (léase como ejemplo la obra Soldados de Salamina) es un invento que legitima el sistema.

La diatriba alcanzó su momento más álgido con la siempre constructiva discusión entre los ponentes y demás interlocutores sobre qué es un libro y qué un texto. Constantino Bértolo, con su ya habitual sentencioso tono, aseveró: “Los lectores no leemos textos, leemos libros, y estos no los hacen los escritores, sino los editores. Como editor, me viene particularmente bien que se venda aquello del <<humanismo>>.  Yo publico libros, no textos”. La réplica de su compañera no se hizo esperar, asegurando que “todavía no ha llegado el momento de que las editoriales hagan los textos”, a lo que Bertolo respondió irónicamente de forma mimética.

El siempre incipiente tema del canon ocupó la última parte de esta segunda <<conversación al margen>>. En general, se reconoció que el capital es el que en muchas ocasiones elabora el canon, pero que los medios academicistas tienen mucho que decir en favor de una cierta adecuación, incluso cuando circunstancias ajenas al propio canon intervienen en detrimento de una buena ejecución de los planes de estudio.