BENJAMÍN LÓPEZ,
UN CREADOR EXCEPCIONAL
por
Xuan Xosé Sánchez Vicente

Ilus4
La figura de Benjamín López González es una figura excepcional desde muchos puntos de vista. Lo es, en primer lugar, por su propia biografía, tanto la meramente vital y social como la que es fruto de su quehacer. Nacido en Boal en 1918, con menos de dieciocho años es una más de las muchas víctimas de la Guerra plus quam Civil y pasa siete años entre cárceles y campos de reclusión. En 1945 casa en Coaña con Juana García, con la que tiene cuatro hijos, uno de los cuales, por cierto, Teresa, es en cierta medida continuadora de la pasión por la cultura propia de su padre: ha publicado un diccionario, un recetario tradicional, estudios etnográficos y algún poema.
En Boal, desde 1947, trabaja como talabartero hasta su muerte, en noviembre de 1964. Pero Benjamín no se limita a ser talabartero: pinta escenas en el exterior de su taller, dibuja, realiza esculturas y pinturas y escribe. Incluso, como guarnicionero, tiene la vocación artística de repujar cada una de las sillas que elabora con el diseño personal de un caballo.
Escribe, hemos dicho, es decir, hace literatura, dentro de los cánones tradicionales de lo que pudiéramos llamar escritura tradicional o popular (y, desde cierto punto de vista, clásica). Señalar que toda esa vocación y quehaceres artísticos se realizan por un ciudadano que no ha pasado más que dos años por la escuela no pretende justificar lo que pudieran entenderse como limitaciones de su escritura, todo lo contrario: se hace para subrayar el mérito del éxito, lo notable de una literatura de lo mejor en su género en un autor al que las condiciones de fortuna de su familia y los avatares de Asturies y España no le permitieron tener una mayor formación para el oficio.
Quizás antes de pasar a examinar con algún detenimiento su poesía merezca la pena anotar que muchas de las composiciones de nuestro autor se imprimían, a costa suya, en hojas volantes que se vendían al precio de una peseta. El dato no pretende tener un valor emotivo o sociológico de carácter general, sino fundamentalmente literario, relativo a la recepción y difusión de los textos, que eran acogidos con entusiasmo (es decir, comprados) y que, además, eran enviados en gran número a América, con destino a los emigrantes, que verían su patria, su lengua y sus costumbres en ellos y que con ellos alimentarían su señardá.
Antes de analizar algunos aspectos del discurrir de las composiciones, de sus mecanismos y estructura, hay que señalar la tierra donde granan sus frutos: su mentalidad, que, obviamente, orientará los temas tratados, el punto de vista desde el que se los enfoca y la emoción o tono con que se hace. Pues bien, el apego a la familia (El hijo que se fue) y la tierra patria (El corvo nace na pena…, Aquí vívese miyor), la defensa de los humildes (Día de Reyes, Eo la jira non la perdo…), la religiosidad (A meyor noite del año, A la Virgen de La Barca), el apego al mundo agrario como actividad y como paisaje (Mañá de ganza) son los parámetros emotivos fundamentales. A ellos debe sumarse uno muy peculiar, el entusiasmo de Benjamín López por el progreso y la modernidad, tanto material (La fuente del saber, El gigante y el domador, sobre el embalse de Grandas, la electricidad y la luz) como en las ideas (El encanto diario). La atracción por la modernidad no se manifiesta únicamente en composiciones que tienen como centro esa cuestión, sino que se revela en símiles o parábolas que tienen por eje otros sujetos (La luz del alma). A veces, incluso, toma una perspectiva enciclopédica, así en El pueblo de la ilusión, donde se habla tanto de las migraciones de aves y salmones, como del castro de Coaña o de los últimos castros y túmulos que acababan de conocerse en la zona.
En ese marco, se producen varios poemas sobre la emigración (¡Gracias, paisanos!), acerca de la vieja oposición entre el campo y la ciudad (El meu viaxe de Madrí), algunos elogios personales o colectivos (La fuente del saber). Capítulo especial destacan los dedicados a las fiestas de Navia y Boal (Eo la Jira non la perdo…, Feria de Boal) y los dos que tienen como protagonistas a la angula y el salmón (Noite de angula, Al príncipe del río Navia). Cualidad señera tienen algunos textos: un poema burlesco, A moza que me buscaban, otro que combina la descripción de las novedades de la medicina con un viejo chiste, A melecía de ahora, de tono también cómico, y otro de carácter reflexivo-metafísico, El genio del mal, que pueblan, amén de otros «males» eternos, la preocupación por la bomba atómica, los submarinos atómicos, los refugios antinucleares, los radares, los espías… Lo maravilloso (milagroso) en cuanto tal se manifiesta en un único poema, Día de Reyes. Singular es también A bola que brinca, una visión extrañada y ligeramente humorística de esa modernidad pasional y universal que es el fútbol.
El total de los textos de Benjamín López es de 35 (33, en realidad, puesto que A bola que brinca y Al príncipe del río Navia están duplicados con dos versiones, en las dos lenguas), de los que 19 están escritas en asturiano (naturalmente, en su variante diatópica boalesa) y 16 en castellano. Lo más notable de ellos, al margen ya de la cosmovisión y las emociones en que se sustentan y los temas en que se plasman cosmovisión y emociones, se nos hace presente en su comparación con la poesía del mismo género popular que se hace en Asturies en esos momentos, especialmente la escrita en asturiano, la cual, salvo la excepción de Cabal y su La alborada de los malvises, es prácticamente toda poesía festiva, chocarrera mucha, que cuenta en verso viejos chistes o anécdotas graciosas o disparatadas, con frecuencia de aldeanos vistos como tipos marginales, extravagantes o maliciosos. Por el contrario, los personajes —el boalés, el naviego, los «yo» o «tú» que protagonizan sus textos— tienen todos la entera dignidad de la persona.
Pero, por otra parte, es rara la poesía humorística en el conjunto de su obra: A moza que me buscaban y A melecía de ahora son los dos únicos textos de ese carácter. Algún otro, como A bola que brinca, que evidentemente puede leerse con una sonrisa en la boca, tiene el fundamento de esa sonrisa no tanto en una voluntad paródica, sino en la perspectiva especial que la visión extrañadora de la perspectiva monológica de la tradición literaria asturiana —tan cercana al esperpento—le confiere. Es ese otro de los datos, que desde la óptica comparativa de su época, distinguen la obra del boalés.
En lo referente a las preferencias lingüísticas se puede señalar una cierta tendencia a la diglosia, en cuanto el castellano se prefiere para las composiciones que tienen como objeto materias «elevadas» socialmente: lo religioso (Día de Reyes, Viernes Santo en Boal), los homenajes a personas de relumbre social (La luz del alma, La fuente del saber), parte de los que tienen como objeto la modernidad (El gigante y el domador), los que constituyen temas de meditación social «trascendente» (El pueblo de la ilusión, El genio del mal). Sin embargo, la diglosia o mezcla de lenguas no está presente en el interior de los textos en llingua llariega, como será tan habitual en el siglo XX hasta 1974, aunque sí en uno en concreto, en función del emisor, en Por fora muito se aprende, en que cuando el narrador en «yo» cede la palabra al emigrante que acaba de descender del avión este pronuncia un parlamento en castellano. Cuando cesa, el texto vuelve al asturiano para cerrar la narración.
En cuanto a la estructura textual de la ficción, Benjamín se inserta en el marco más universal de la literatura popular asturiana y española, el verso octosílabo (con muy ocasionales descompensaciones debidas quizás a la transcripción o a la imprenta) y, en particular, el romance, muy frecuentemente el monorrimo de rima —a-a . Las excepciones son contadísimas: un poema que alterna la rima —e-o y la en —á (Feria de Boal), otro, Viernes Santo en Boal, que intercala entre el romance en —a-o quintillas y cuartetas asonantadas, y un último, Celos d’aldeana, que comienza con cuartetas asonantadas, sigue después con un romance en —a-a, y termina con un romance en –a-o.
Predomina, de forma abrumadora, en nuestro autor la estructura comunicativa que tiene como emisor a un «yo» —yo diría que casi siempre ficcional, no autobiográfico— que narra, describe, emite opiniones o muestra su empatía o rechazo con lo descrito o narrado. De vez en cuando la voz emisora se dirige a los oyentes implícitos en el lector (esas mozas que vos digo), al propio «yo» en la forma de un «tú» genérico, que equivale a un impersonal (¿Y si queres comer papas / de bua farina torrada?; Si nun te fais carrilano / quedas torcido dos huesos) o al personaje protagonista de la narración (eu dígoche, tío Pachín ). Destacables son dos poemas, Noite de angula y Al príncipe del río Navia, construidos desde el diálogo prosopópéyico con sus protagonistas, la cría de la anguila y el Salmo salar, respectivamente.
La perspectiva de extrañeza o de monólogo asturiano (aquella en que el protagonista finge no saber o desconocer a fin de ver las realidades comunes con ojos extrañados, distintos a los habituales y con un punto de crítica o sorna), tan arraigada en nuestra literatura culta y popular conforma por completo A bola que brinca y parcialmente otros como Aquí vívese meyor, A melecía de ahora, El meu viaxe de Madrí y El encanto diario. Como es su función, esa perspectiva aúna varias cosas: la sorpresa que proporciona una mirada distinta a la habitual, la ironía, la crítica y, cómo no, un punto de duda sobre el propio enjuiciador, tan dispar en sus puntos de vista a los nuestros cotidianos.
El verso y sus contenidos —lo narrado, lo descrito, lo valorado— avanzan con feliz fluidez en los textos de nuestro boalés. Vésase, al respecto, A meyor noite del año, cuyo tema y discurrir lo constituyen el clima, el ambiente y los personajes de una horas previas a la cena de Nochebuena
Esa «buena mano» se manifiesta también en otros aspectos de su escritura, por ejemplo, en la composición de escenarios y escenas. Aunque ese procedimiento constructivo es general, invito al lector a examinar cuatro concretos ejemplos, el de Aquí vívese meyor, en que se dispone una amplia panoplia de actos, escenarios y escenas alternativas a la vida en Madrid y el de El llobo lladrón, que alterna la descripción del potro robado, con las señales del lobo que lo hizo, los diversos daños que se le conocen, el susto que en ocasiones da a los mozos de que vienen de cortejo y la cacería con que el personaje emisor piensa cazarlo. En la misma línea —variedad de perspectivas, escenas o protagonistas— son ejemplares Eo la Jira non la perdo o Feria de Boal.
Atinente a lo que podemos englobar bajo el nombre tradicional de «figuras» o procedimientos retóricos de lenguaje figurado, desviado o expresivo, destacan sobre manera en Benjamín López dos que están emparentados con las «figuras» más comunes de la lengua oral y de la tradición literaria popular, oral o escrita, la parábola y el símil. Ejemplos notables de la primera son los de La luz del alba y La fuente del saber, cuyos comienzos desarrollan ese símil indiciario que es la parábola antes de centrarse en los personajes históricos concretos que constituyen el motivo del texto.
Los símiles, por su parte, presentan la misma frecuencia que la de las flores en los prados cuando llega el esplendor de su floración. En general, son siempre muy expresivos y adecuados en su decoro literario y tienen como elemento de comparación, como luz que pretende iluminar o resaltar un objeto, alguna acción u objeto de la realidad próxima, de la naturaleza, de las faenas agrícolas, de la vida rural. En contadísimas ocasiones, sirven para hacer una gracia y nunca o casi nunca, son imágenes trilladas las que utiliza el autor, sino de creación propia, extraídas de su propia experiencia vital o de su observación del mundo que lo rodea. Baste un ejemplo, nada más, de entre las muchas decenas, o acaso centenares, posibles:
Metido n’aquel avión / dos que fain n’el cielo rayas, / y que deixan un camín / como os llimacos nas llastras. / Ese avión era muy grande / igual que un hórreo y duas casas, / tia ventá por a cabeza, / as alas eran de chapas, / de color era plomizo, / tia tres rodas, nun tia patas / y corría por a campera / como moscando as mias vacas/ y botaba un fumo mouro / como nua verbena as tracas. (Por fora muito se aprende).
En conclusión, la literatura de Benjamín López es una excepción positiva en el conjunto de la literatura de su época, está bien construida y escrita con fluidez y, aunque las mentalidades hayan cambiado en parte y algunos de sus textos sean muy ocasionales o coyunturales (un homenaje a una persona, una concreta fiesta), se lee siempre con interés estético (al que, en ocasiones, puede de sumarse el etnográfico) y representan la huella de una persona y una personalidad que supo ver el mundo desde sus propios ojos y juicios y construir la literatura desde sus propias preferencias estéticas en el marco dado de la literatura popular dirigida a las clases populares.

Xuan Xosé Sánchez Vicente